miércoles, 8 de octubre de 2008

una más

Él nunca le había dicho que la quería, pero había hecho que se sintiera querida, deseada. Le había metido las manos en el pelo, la había desnudado, había tocado partes de su cuerpo que nadie más había conocido. Le había susurrado al oído, la había mirado como si no existiera nada más.

Y todo eso era mentira. Tan sólo una parte de su ritual de apareamiento, el rito de la conquista.
Ella era feliz hasta que él apareció en su vida. Cuando se enamoró de él, logró seguir adelante, sin querer ni esperar nada de él. Pero ahora sólo podía ser desdichada. Porque sería infeliz con él y sería infeliz sin él. Y le odiaba por usarla y por esa pequeña parte de ella que a pesar de todo quería que lo hiciera.

Le odiaba por robarle la inocencia, por dejar su indeleble marca en ella. Para siempre.
Y sobre todo, le odiaba por seguirla fuera de clase, por atreverse a romper las reglas al tocarla en el interior de la muñeca, en ese lugar en el que tantas veces la había besado, en un pasillo concurrido, por obligarla a mirarle a los ojos. Esos ojos que a pesar de todo, a pesar de las mentiras, los engaños, las traiciones, seguían mirándola como si fuera especial. Cuando ella sabía que no lo era.

-Vete a la mierda –le dijo con sentimiento, aunque su voz sonó débil y estrangulada. Se liberó de su mano y mirándole con desprecio, se dio media vuelta y se alejó por el pasillo.

Más tarde, cuando nadie la viera, cuando se sintiera segura, a solas, ella se derrumbaría. Pero él sólo pudo ver su cabeza erguida alejándose entre la gente. Aunque no sabía que lo único que la mantenía en pie, era su ira.

domingo, 5 de octubre de 2008

pizarrón

(Abril 2008)

Injusticia, poder, envidia, esto parece un infierno. Pecado, perdón, sueño, mucho sueño, quizá demasiado, quizá no tanto, quizá ya no sé que estoy inventando. Invento? Es acaso un sueño? Quizá, tal vez, puede ser, ojalá.

Sus pasos son tan pesados, como su respiración en algunos casos. Su mirada verde, sus brazos azules y su pecho celeste y blanco.

Hace mucho tiempo escuché escuchar y desde ese momento no escucho más.

Muchos dicen que las tizas no se manchan con sangre, muchos, él, mancha las tizas con sangre y otros, unos pocos, me susurran que lo que verdaderamente importa es lo que hay escrito en el pizarrón.