domingo, 11 de mayo de 2008

Ayer la ciudad de los desaparecidos, de las tristezas, de los domingos embriagados de dolor me llamó a mi casa a eso de las ocho, buscando refugio. Me invitó a fumar un pucho y yo le sonreí. Que linda ciudad, mi ciudad. Que lindos edificios, que lindas voces, que linda música, que linda gente, que lindas hojas manchadas con tintas, que linda piel que se estira, que lindo es ver, crecer, soñar y volar. El reloj sigue con su "tic tac" y todos nos largamos a llorar, la hora está por llegar, las campanas suenan y la ciudad se ilumina, me espera, nos espera, nos encierra, nos separa y nos alaba. Así viniste ciudad, ante mí, a fumar y a tomar, a vivir y a morir, a sufrir y a sentir.

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